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lunes, 25 de mayo de 2009

Ambición a cambio de Afecto

Pasaron meses, años y aun décadas de oscuridad en la vida de Juan. Sin embargo, ni por un instante se te ocurra pensar que trascurrieron inactivos o vacíos. Durante el intervalo de silencio en la vida de Juan, se desarrolló una de las relaciones más intensas que encontramos en la palabra de Dios.

Algo ocurrió, algo intenso.

¿Te imaginas en el lugar de Juan, mientras las noticias recorrían kilómetros y caían de golpe ante su puerta como un periódico, comunicándole un aviso funerario tras otro? ¿Qué habrá sentido Juan, al saber que era el único apóstol que quedaba vivo?

En algún momento de esos años y décadas Juan forjo su identidad como discípulo amado. Cuando el Espíritu Santo le comunico las palabras de su Evangelio, esa identidad estaba intacta.
En aquel entonces, la amenaza que pendía sobre los apóstoles, no alimento en Juan un sentimiento de exaltación sino de humillación. No cabe duda de que habrá luchado con terribles sentimientos que eran opuestos: el temor de que él también lo condenaron al martirio, y el temor de que no fuera así. Los pasos al andar podrían parecer muy inciertos, a medida que aquellas noticias llegaban y los sentimientos de culpa y soledad aumentaban. ¡Cuánto habrá sufrido Juan! Al saber que uno a uno de los apóstoles atravesaban la puerta carmesí de la muerte violenta y entraban a la vida eterna.

Cuando una persona sigue viva mientras los demás han sido considerados dignos de morir, y sin embargo todavía no discierne en ello ningún propósito profundo, pueden surgir todo tipo de incertidumbres.

Tú y yo dependemos de un plan de racionamiento de amor. En este momento de tu vida, ¿sientes con desesperación que necesitas una cuota extra de amor y aceptación? La naturaleza humana procura obtener lo que necesita, de una manera u otra.
Dios es nuestra única fuente. Él nunca se disgusta por más ancha, profunda y extensa que sea nuestra necesidad. Lo único que nos queda es aferrarse a su Amor.
Gran parte de nuestra identidad se desarrolla allí: en la soledad, en la búsqueda de sentido, en el temor de no ser tomado en cuenta, en el terror de que en algún punto del camino hayamos cruzado una línea sin retorno.

Descubrimos nuestra verdadera identidad en aquellos momentos en que nos enfrentamos a la perspectiva de seguir creyendo que Dios nos ama aunque nunca nos use de manera extraordinaria. ¿Pensamos que Él nos demuestra su amor cuando nos usa de manera ruidosa? En este caso, si alguno de nosotros hubiera sido Juan durante los años notablemente silenciosos de las Escrituras, tal vez habríamos renunciado. O por lo menos habríamos disminuido la marcha.
No fue así con Juan. Él sabía dos cosas, y creo que se aferró a ellas con todas sus fuerzas. Sabía que lo habían llamado a ser discípulo. Y sabía que era amado.
En algún punto del camino, aquel Hijo del Trueno renunció a LA AMBICIÓN A CAMBIO DE AFECTO.

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